Anoche, en un Lunario en el que no cabía un alma, Radar 8 concluyó sus actividades en este 25 Festival de México en el Centro Histórico con las presentaciones de Keiji Haino y Mike Patton con el trío italiano Zu. El evento era un completo sold out desde mediados de esta semana, mucha gente comenzó a sudar días antes por la falta de boletos, y, había gente formada desde más de dos horas antes del evento y, sin más, quien entró entró, y quien no, pues no.
¿Querías japoneses? Pues tómala.
En un escenario apenas iluminado con unas luces violeta y azules muy débiles (se pidió al público abstenerse de usar flash en sus fotos), un Keiji Haino imponente y monumental se subió al escenario y pateó a todo el mundo hasta que no pudo más, y cuando todos pensaron que ya era suficiente, apenas era la mitad. Me reservaré mi comentario por ahora para extenderme cuando hagamos las crónicas detalladas de los eventos (a partir de esta semana), pero, para resumir, Keiji Haino fue el too much de todo Radar 8: fue el qué más tocó (hora y media), fue el que más se movió (del suelo pasaba a saltos frenéticos con su guitarra o a movimientos de brazos violentos ante su theremin), fue el que más fuerte gritó (más aún que Patton o Csihar). Keiji Haino está loco, nos dijimos todos cuando acabó en el suelo manipulando sus gritos electrónicamente. Algunos simplemente no lo aguantaron (un "gracias a dios" se alzó detrás mío cuando parecía que ya terminaba, cosa que pasó unas tres o cuatro veces), y otros nada más esperaban a Patton.
Cuando Mike Patton, Luca Mai, Massimo Pupilo y Jacopo Battaglia se subieron al escenario con máscaras de luchador (Patton era el Santo), fue por momentos complicado escuchar la impecable y emotiva apertura de la voz de Patton por tanta gente que gritaba completamente emocionada. El hasta ahora sumamente correcto público de Radar se volvió loco. Patton y Zu -ya sin máscaras-, sin más preámbulo, se decidieron a destruir el lugar, el saxofón de Mai marcaba los compases con muchísima fuerza, el bajo de Battaglia no descansaba un segundo y Pupilo tocó con una fuerza muy difícil de ver en un baterista que tiene un bajo y un saxofón por compañeros. Patton simplemente no se calló en toda la noche. Pasó de gritos a gárgaras, se paseó por todo el escenario. El público hizo lo propio, que de repente se desenvolvió en el más puro slam de un concierto de rock (cosa que no se veía desde Melt Banana el año pasado). Aunque no tocaron mucho tiempo (alrededor de una hora), la gente se fue del todo satisfecha, y es que la energía que desplegaron en el tiempo que estuvieron sobre el escenario fue tanta (además de lo que hizo Haino antes) que nadie pensó en nada más. Patton y Zu salieron del escenario y todo el mundo terminó contento (menos los que no consiguieron boleto). No sé qué más decir, ya Sirako escribirá al respecto.
Y con esto se acabó Radar 8. Aún queda una semana de Festival, así que sigan al pendiente de este blog y entérense de lo que todavía viene.
En esta semana postearemos las reseñas de los conciertos con pelos y señales, con grandes momentos (la mayoría) y descalabros (que hubo un par a lo más), fotos y youtubes, estén pendientes.
Nos vemos en Radar 9, en el 2010.
¿Querías japoneses? Pues tómala.
En un escenario apenas iluminado con unas luces violeta y azules muy débiles (se pidió al público abstenerse de usar flash en sus fotos), un Keiji Haino imponente y monumental se subió al escenario y pateó a todo el mundo hasta que no pudo más, y cuando todos pensaron que ya era suficiente, apenas era la mitad. Me reservaré mi comentario por ahora para extenderme cuando hagamos las crónicas detalladas de los eventos (a partir de esta semana), pero, para resumir, Keiji Haino fue el too much de todo Radar 8: fue el qué más tocó (hora y media), fue el que más se movió (del suelo pasaba a saltos frenéticos con su guitarra o a movimientos de brazos violentos ante su theremin), fue el que más fuerte gritó (más aún que Patton o Csihar). Keiji Haino está loco, nos dijimos todos cuando acabó en el suelo manipulando sus gritos electrónicamente. Algunos simplemente no lo aguantaron (un "gracias a dios" se alzó detrás mío cuando parecía que ya terminaba, cosa que pasó unas tres o cuatro veces), y otros nada más esperaban a Patton.
Cuando Mike Patton, Luca Mai, Massimo Pupilo y Jacopo Battaglia se subieron al escenario con máscaras de luchador (Patton era el Santo), fue por momentos complicado escuchar la impecable y emotiva apertura de la voz de Patton por tanta gente que gritaba completamente emocionada. El hasta ahora sumamente correcto público de Radar se volvió loco. Patton y Zu -ya sin máscaras-, sin más preámbulo, se decidieron a destruir el lugar, el saxofón de Mai marcaba los compases con muchísima fuerza, el bajo de Battaglia no descansaba un segundo y Pupilo tocó con una fuerza muy difícil de ver en un baterista que tiene un bajo y un saxofón por compañeros. Patton simplemente no se calló en toda la noche. Pasó de gritos a gárgaras, se paseó por todo el escenario. El público hizo lo propio, que de repente se desenvolvió en el más puro slam de un concierto de rock (cosa que no se veía desde Melt Banana el año pasado). Aunque no tocaron mucho tiempo (alrededor de una hora), la gente se fue del todo satisfecha, y es que la energía que desplegaron en el tiempo que estuvieron sobre el escenario fue tanta (además de lo que hizo Haino antes) que nadie pensó en nada más. Patton y Zu salieron del escenario y todo el mundo terminó contento (menos los que no consiguieron boleto). No sé qué más decir, ya Sirako escribirá al respecto.
Y con esto se acabó Radar 8. Aún queda una semana de Festival, así que sigan al pendiente de este blog y entérense de lo que todavía viene.
En esta semana postearemos las reseñas de los conciertos con pelos y señales, con grandes momentos (la mayoría) y descalabros (que hubo un par a lo más), fotos y youtubes, estén pendientes.
Nos vemos en Radar 9, en el 2010.
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