Franz Joseph Haydn. Sus sinfonías, sus cuartetos, sus 200 años

martes, 17 de febrero de 2009

Austria, finales del siglo XVIII. Haydn, Mozart y Beethoven son el trío más representativo del clasisismo vienés. Pero a Joseph Haydn es a quien debemos formas musicales como la sonata, la sinfonía y los cuartetos de cuerdas, tal y como los conocemos hoy en día. Sus aportaciones siguieron vigentes hasta inicios del siglo XX, que fue cuando la música contemporánea reivindicó el concepto estético musical (¿les suena Radar?).

La forma de vida de este compositor es el anticliché del artista sufrido que pena por el arte en vida y cuyo reconocimeinto le llega post mortem. A Haydn lo contrataron los príncipes de Esterházy como compositor de cabecera durante aproximadamente 30 años. Pero no sólo la nobleza le dio reconocimiento y admiración, también grandes compositores como Mozart intercambiaron opiniones musicales con él, y la gente no conocedora apreciaba su música.

Hay otras aportaciones e innovaciones no tan famosas de este compositor. En el 2° movimiento de su sinfonía no. 94, introduce un fortissimo totalmente inesperado que automáticamente hace despertar y hasta brincar a los oyentes medio dormidos. En su sinfonía No.45 Los adioses, hace una queja a nombre de todos los músicos de palacio que no podían salir de vacaciones en el verano con su familia, pues en la obra los músicos dejan de tocar uno a uno y se van saliendo hasta dejar el escenario vacío.

Este 2009, se celebran 200 años de la muerte de este clasisista, quien entre pelucas blancas, encajes en las mangas y un afán de creación lúdico y a penas contemplativo, logró sentar las bases sobre las que se desarrolló la música clásica durante más de un siglo.

El Festival de México le hace un gran homenaje a Franz Joseph Haydn y a sus contemporáneos con las interpretaciones del cuarteto Artis, con la Alemana Christine Schornsheim, el Cuarteto Signum, y con uno de los interpretes mexicanos más reconocidos anivel mundial: Horacio Franco.

Sobran las razones para ir. No se pierdan la oportunidad de escuchar con oídos vieneses del siglo XVIII. No olviden su peluca blanca.

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