Los dramones televisivos con los que hemos crecido nos han sembrado un sentimiento de amor-odio hacia aquellos caballeros que hacen gala de sus encantos para seducir, acechar y amedrentar la honra y corazones de las señoritas pulcras y encantadoras. Sí, me refiero a un Don Juan, un Don Giovanni.
Toda esta tradición telenovelera tiene un pasado turbio y lleno de reinterpretaciones. Uno de sus antecedentes más famosos es la ópera en dos actos Don Giovanni, escrita por el mismísimo Wolfgang Amadeus Mozart. Una tragicomedia en la que Mozart presenta un enredo de faldas propiciado por Don Giovanni, joven seductor y lujurioso, que le propone a Doña Ana que se fuguen. La damisela se niega a gritos, entonces llega su padre y, como la tradición lo dictaba por ahí de mediados del siglo XVII, se retan a un duelo de espadas. La tragedia comienza cuando el padre es muerto por Don Giovanni y tanto Doña Ana como su prometido Don Ottavio, juran venganza...
En esta maravillosa y divertida obra también veremos a Doña Elvira, una enamorada a la que se encuentra en plena huida; Zerlina, una campesina que está a punto de contraer nupcias con Mesetto y a quien Don Giovanni le exige su derecho de amo y señor para pasar la noche de bodas con ella; Leporello, lacayo de Don Giovanni que abre la obra quejádose de cuánto odia su vida como sirviente, una escena totalmente revolucionaria y actual. Entre bailes de máscaras, personalidades usurpadas y corretizas a Don Giovanni, llegan al panteón en donde la estatua del papá de Doña Ana cobra vida (¡¡siiií!!, tal como lo leyó, la estatua cobra vida) para llevarse a caballero seductor a los mismísimos infiernos.
Aunque por ratos la moral de esta tragicomedia podría parecer pasada de moda, también resulta revolucionaria y adelantada a su tiempo. No era común que sobre el escanrio un sirviente se quejara de su condición y brindara por su libertad. Hay que recordar que esta obra fue estrenada en 1787, dos años antes de que estallara la Revolución Francesa. Mozart le dio un revés a los políticos que le pagaron por esta obra y logró de la manera más estética burlarse de la Aristocracia a través de Don Giovanni, quien se va al infierno, pero nunca se arrepiente.
Y bien, esta es la superproducción operística que trae el Festival de México este año. A diferencia de ediciones anteriores, esta vez no es en Bellas Artes sino en el Teatro de la Ciudad que se presenta: veremos todo más cerquita.
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5 comentarios:
Bueno, eso de ver la obra "más cerquita"... ¿alguna vez has visto ópera en el Teatro de la Ciudad? Creo que no, ¿verdad? La acústica es pésima. Pero mientras Bellas Artes está cerrado por la restauración, tendremos que acostumbrarnos...
La Cordero: En efecto, por la remodelación de Bellas Artes tendremos que acostumbrarnos al Teatro de la ciudad. Sin embargo, ya me ha sorprendido acústicamente por hacer lo necesario y estar a la altura en conciertos de música electroacústica o de bandas enteras como Goran Bregovic el año pasado. Sá que no se compara con la acúsitca de ópera pero esperemos nos sorprenda gratamente.
Los cantantes de ópera en el Teatro de la Ciudad requieren ser sonorizados. O sea, les ponen micrófono para que se alcancen a escuchar debido a la mala acústica del espacio. La orquesta, igualmente, no se oye como debería porque entre los múltiples acondicionamientos que le han hecho a este inmueble no han pensado en que suene bien la música desde el foso.
Eso sí, Goran se ha escuchado bien, al igual que Clotaire K y hasta Chavela Vargas, pero porque ellos están sonorizados. Pequeña gran diferencia y sin punto de comparación porque se trata de cosas muy, pero muy diferentes. En Bellas Artes, los cantantes lucen sus voces sin micrófonos.
Pero la cosa es que ver la obra "de cerquita" no es lo importante cuando se trata de ópera: hay que verla, escucharla y disfrutarla, de cerca o de lejos, porque es un espectáculo visual y auditivo.
No es por nada pero en el teatro de la ciudad se han presentado MUCHAS operas en los últimos años. Una de las más memorables fue Rigoletto, hace 3 años.
QUÉ GANAS DE CRITICAR POR CRITICAR!
No son ganas de criticar por criticar: el Teatro de la Ciudad, en efecto, NO ES UN TEATRO PARA ÓPERA. Punto. No tiene la acústica necesaria, ni los recursos, como nuestro amado Bellas Artes. Sé, porque me lo han comentado los músicos (¡ellos estuvieron en el foso, por el amor de Dios!), que es horrible tocar ahí. No hay espacio suficiente, ni medidas de seguridad en caso de una catástrofe. Además, al foso y a escena llegan los olores de orines y demás excrecencias (!) (díganme ustedes qué es eso), no cabe la orquesta completa, se tuvieron que turnar los músicos para las funciones, etcétera, etcétera.
Querida Juncia, que se hayan presentado varias óperas ahí obedece a que NO HAY SUFICIENTES ESPACIOS PARA LA CULTURA y no a que sea un buen teatro. Las cosas como son. Creo que si tú fueras cantante de talla internacional, te decepcionarías del teatro por la poca acústica y las horrendas condiciones.
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